Los móviles han mejorado notablemente el disparo automático de la cámara, aunque desafortunadamente este suele desaprovechar las capacidades a nivel fotográfico, más aún si tu dispositivo pertenece a la alta gama.

Para aprovechar al máximo tu cámara, lo mejor es siempre utilizar el modo Pro –que puede llegar con una denominación diferente, según el fabricante–, con el que podrás retocar prácticamente cualquier valor, además de conseguir resultados mejores.

Precisamente, los diferentes modos preestablecidos suelen contar con valores concretos ya ajustados de lo que puede encontrarse en el modo Pro. Si quieres manejar la cámara de tu móvil a nivel profesional, aquí te cuento cómo puedes conseguir los mejores resultados.

Cambiar el formato de imagen a RAW

Una de las primeras cuestiones a tener en cuenta para utilizar de forma profesional una cámara de móvil es encontrar el formato de archivo en el que se guardarán tus imágenes –en vídeo, siempre graba a la máxima resolución disponible, ya sea 4K u 8K, con el mayor valor en los fps–.

En tal caso, desde el modo Pro de la interfaz de la cámara, aparecerá un símbolo en la parte superior de la misma, con el tipo de formato en el que se guardan las fotos: en el Pro, el formato RAW suele venir predefinido.

Como ventaja, el formato de archivo RAW no comprime las imágenes, a diferencia de lo que sí hacen JPG, JPEG y HEIC –el formato específico de los iPhone–, con lo cual es la primera cuestión que has de activar si quieres editar las imágenes a posteriori sin pérdidas en su calidad.

Retocar con el enfoque manual

Muchas cámaras ya añaden el enfoque manual en el disparo automático, con tan solo seleccionar en pantalla el punto que quieras representar como el foco crítico, es decir, el centro de la escena. Aunque no siempre funciona como debería.

En tal caso, desde el modo Pro de la cámara del móvil puedes elegir diferentes tipos de enfoque –de nuevo, dependiendo de la gama y del fabricante de tu terminal–, como si de una cámara réflex se tratara.

Esta opción es realmente notable cuando quieres destacar elementos centrales como, por ejemplo, una flor principal, también a nivel macro, un modo de disparo que suele resultar algo más difícil para retratar los detalles.

Cambiar el desenfoque y la exposición

En fotografía, hay un término denominado triángulo de exposición, que hace referencia a 3 valores importantísimos al realizar un disparo, en relación a la luminosidad y los elementos que quieras retratar: la velocidad de obturación, la apertura del diafragma y el ISO.

En este caso, voy a hablar sobre cómo utilizar la apertura y el ISO para compensar la exposición –si una imagen aparece con colores brillantes, como un blanco nuclear, tendrás que resultado una imagen quemada–, ya que la velocidad de obturación merece un apartado como tal.

Para entender mejor la apertura o exposición, imagina la lente de la cámara como una presa que deja pasar agua en ciertos casos: a mayor apertura, el sensor dejará pasar más luz –el agua en este ejemplo–; si se cierra, la cantidad será menor.

Como norma general, si eliges un valor de apertura más bajo, la imagen tendrá menor profundidad de campo, con lo cual conseguirás un desenfoque parecido al del modo Retrato automático del valor –el cual retoca precisamente estos números, con una barra asociada a dicha apertura–.

Por su parte, cambiar el ISO supone regular la sensibilidad a la luz del momento; en el modo Pro, encontrarás una barra con la que podrás revisar qué ISO se ajusta mejor a lo que quieras representar.

Ajustar el balance de blancos

Algo esencial para comenzar a realizar fotografías es el ajuste del balance de blancos, un elemento que has de compensar antes de empezar a realizar tomas en la escena. Con esto, evitarás que los colores queden diferentes a lo que quieres mostrar.

Por definir este concepto de forma más sencilla, implica configurar la temperatura del color, con el objetivo de que las imágenes finales no queden con filtros azules –fríos– o anaranjados –cálidos–; en cualquier caso, también podrás usarlo para tomas más creativas.

Este valor se mide en Kelvin (K) y sitúa el valor central, por decirlo de alguna forma, en la luz que puedes capturar a mediodía, en los 5.000 K; a partir de aquí, conviene revisar cómo realizar disparos a cada hora de día.

Como consejo personal, realiza un balance de blancos con un folio, valga la redundancia, de color blanco –sin rugosidades– delante de la cámara, así compensarás los colores a la escena que quieras fotografiar.

Elegir la velocidad de obturación

Seguro que has visto en más de una ocasión una imagen de las luces del tráfico en la ciudad con una especie de estela luminosa. Si quieres conseguir este efecto, solo necesitarás comprender qué implica la velocidad de obturación –además de un trípode para móvil, por supuesto–.

Esta se refiere al tiempo que permanece abierto el obturador –el que suena como un clic al realizar el disparo en una cámara analógica–: a una velocidad menor o más lenta, mejor capturará el movimiento en la imagen, y viceversa.

En definitiva, es un elemento indispensable para saber cómo capturar el movimiento en las imágenes, logrando esa estela luminosa del tráfico de la ciudad.

Al mismo tiempo, aumentar la velocidad de obturación es un aliado para las situaciones en las que las figuras en movimiento quedan borrosas en las fotos, aunque no es recomendable hacer esto en condiciones de poca luz porque las hará aún más oscuras.

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