Cuando Bill Gates tomó la decisión de abandonar la Universidad de Harvard en 1975 para fundar Microsoft junto a Paul Allen, su profesor de matemáticas, Harry Lewis, no se sorprendió, puesto que ya veía en él una mente brillante. Sin embargo, lo que sí lamenta es no haber invertido en la empresa de su ex alumno.

Y es que, de haber apostado tan solo 100 dólares cuando Microsoft salió a bolsa en 1986, hoy tendría una fortuna de aproximadamente 650.000 dólares. Aunque el “hubiera” no existe, el maestro de Gates no puede evitar pensar en lo que habría significado confiar en el creador de Windows desde el principio. 

En una entrevista, el profesor recordó a su antiguo alumno como alguien inteligente, con una madurez que destacaba por encima del resto. Siempre buscaba nuevos desafíos y no se conformaba con lo establecido, lo que explicaría su decisión de dejar la universidad para centrarse en el mundo del software.

El talento oculto de Bill Gates para las matemáticas

Durante su estancia en Harvard, Bill Gates se dio cuenta de que no era el mejor en matemáticas, y eso lo llevó a exigir más de sí mismo. A pesar de ser un genio, la competencia en la universidad era feroz, y Gates no era ajeno a la presión. A tal punto que Lewis cuenta que “casi se mata” por la carga de trabajo, ya que pasaba horas escribiendo código en el laboratorio de computación.

Pero si hay algo que define al ex director ejecutivo de Microsoft, es su talento innato y un claro ejemplo de ello es el famoso problema de los panqueques, un desafío matemático complejo tanto de comprender como de resolver.

Imagina que trabajas en un restaurante donde el cocinero es rápido, pero no muy ordenado. Al apilar los panqueques, los coloca de forma desordenada: el más grande puede estar en la parte superior, el más pequeño en el medio y todo luce un caos. 

Tu tarea es reorganizarlos usando solo una espátula. La única acción permitida es introducir la espátula en cualquier punto de la pila y voltear los panqueques que estén por encima. 

El reto consiste en encontrar la secuencia mínima de volteos necesarios para ordenarlos correctamente, con el panqueque más grande en la base y el más pequeño en la parte superior, logrando así una presentación perfecta para el cliente.

El primer día de clase, Lewis les presentó el problema, y solo dos días después, Gates regresó con una mejor solución. Su trabajo fue publicado en un artículo académico en 1979 y, sorprendentemente, estuvo sin cambios durante tres décadas, hasta que algunos investigadores finalmente mejoraron el método en un trabajo de investigación de 2008.

Este episodio no solo deja claro el nivel de genialidad de Bill Gates, sino también cómo, a veces, las grandes oportunidades se nos escapan, incluso cuando tenemos delante a alguien con talento. Lewis se arrepiente de no haber apostado en su alumno, pero la historia nos recuerda que, en ocasiones, las decisiones que parecen demasiado arriesgadas pueden acabar siendo las más acertadas.

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